SOBRE AMPARO PÉREZ, SUPERMERCADOS, ALCALDES DE SANTANDER Y PELÍCULAS DE BERLANGA; SINOPSIS ARGUMENTAL DE UN ESCRACHE

 

 

 

amparos

 

        Hoy es martes 26 de agosto. A media mañana la edición digital rotativo local se hacía eco de un hecho singular. Un grupo de miembros de la plataforma en defensa de Amparo Pérez Echevarría irrumpía en un nuevo supermercado de bajo coste cuya inauguración tenía lugar aproximadamente a la misma hora.

Esta invasión repentina de unos doce miembros del antedicho colectivo so  cial no tendría nada de especial si no fuera porque el lugar escogido hoy es una superficie mediana , llamémosla Metadona, ( Dios me valga de obsequiosas interpretaciones publicitarias). ¿Por qué misteriosa razón estos individuos se personaron en las instalaciones en el momento de su estreno? La respuesta es de fácil comprensión; el Señor Don Alcalde Todopoderoso y Omnisciente de la Mayestática Presencia se encontraba allí dispuesto a posar para alguna fotografía en el momento estelar de apertura del citado centro comercial. Sin embargo, se le aguó la fiesta. Su mayestática figura se perdió en la penumbra mística que lo envolvía celosamente en el interior del estacionamiento habilitado al efecto. Allí, su imagen omnipotente debió de deslizarse subrepticiamente por algún angosto pasadizo que llevaba, sin rodeos , hasta el interior del gran bazar. Efectivamente, allí emergió su presencia. Hizo un breve recorrido hasta que su persona se desvaneció en el interior de algunas oficinas-supongo yo-. Allí terminaría su andanza del día.

Resulta curioso observar que poco ha cambiado el gremio de los alcaldes desde la fastuosa obra de arte del genio cinematográfico patrio Don Luis García Berlanga. El señor alcalde, parapetado en su armadura de caballero andante, dispuesto a darse un baño de multitudes. Su figura alargada y rostro ajado recuerda a la imagen literaria de algunos famosos gentilhombres de otra época. Con todo, esta vez los loores no llegarían del modo al que nuestra Mayestática Presencia municipal está acostumbrada. Gritos, abucheos, pitidos y alguna que otra verdad espetada a modo de mensaje conciso. Ésta fue la tónica dominante en el acto ritual de consagración de la nueva filial de Metadona en la capital de la provincia cántabra.

José Isbert en acto de valía teatral, pronunció una serie de frases que lo encumbrarían como actor de referencia en pleno régimen franquista. Don Pablo, el alcalde humillado por el abyecto rechazo de los Americanos, se asomaba a su propio pueblo para dar explicaciones y diciendo algo así se justificaba:

Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar. Que yo, como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar, porque yo, como alcalde vuestro que soy….»

Aquí, nuestra Amparo Pérez y muchos ciudadanos aún esperan alguna justificación bien cimentada que aclare el porqué de la decisión de construir el vial que unirá la S-20 con la avenida de Los Castros y que, presumiblemente, terminará con toda una vida de esfuerzo de Amparo y su difunto marido.

«Como alcalde vuestro, yo os aseguro que para pagar esto ni un céntimo ha salido de las arcas públicas, porque en las arcas jamás ha habido un céntimo»

A las preguntas del pueblo picajoso que se arremolinaba en torno a la “cosa” consistorial se unió el descontento general qe, azuzado por la crisis de la posguerra, iba en aumento descontrolado. Claro que, para comprender décadas de dictadura, sólo podemos acudir a explicaciones sencillas: el inmovilismo, las carencias culturales y una desunión nacional arreada desde las altas esferas del poder. Así pues, es sencillo entender por qué estamos así. Igualmente, resulta fácil analizar a través del método cartesiano las razones que llevan a un país del supuesto primer mundo a admitir situaciones como ésta. Para muestra una retahíla de frasecillas hechas a las que estamos habituados: obras innecesarias en el momento más inoportuno de la crisis, incrementos desorbitados de los tributos municipales, presión fiscal y sancionadora con afán de lucro, favoritismos, arribismo y amiguismo sin límites parecen las constantes de esta operación de la cual resulta nuestra sociedad actual. El valor fijo en este proceso matemático es siempre el mismo y, como en muchos cálculos, el orden de los factores no altera el producto. Así es, el resultado es siempre el mismo. De este modo, sólo nos queda reflexionar a fondo la cuestión y plantearnos si vale más la pena seguir aceptando malos resultados en detrimento propio o vacunarnos contra el marasmo secular que nos abotarga tanto el cerebro como la dignidad civil. Mientras tanto, mis más sinceros parabienes a todas las personas que habiten cerca de la nueva superficie inaugurada hoy; no porque vayan a ahorrar cómodamente en su cesta de la compra, sino por el hecho de que el Señor de la Serna haya paseado su mayestática figura tan cerca de sus humildes moradas que es, desde luego, una señal más de que Dios, si es que existe, se ha aparecido hoy en un barrio popular de este término municipal.

EL LIMONERO; TESTIGO MUDO DE LA LUCHA DE AMPARO PÉREZ

10524362_10152587588694691_5019522144796295619_nCuando uno se aproxima a las escalerillas que llevan al patio de la casa de Amparo Pérez, verá a mano izquierda, justo al lado de los peldaños un árbol frutal; un limonero. Este ejemplar es robusto, frondoso, amplio en su corpulencia y suele estar cargado de vistosos frutos. Los limones de Amparo son deliciosos o al menos lo eran hace algunos años porque hace bastante que no tengo el placer de degustar ninguno. Durante las últimas semanas, este bonito árbol ha parecido en primer y segundo plano en muchos noticiarios y fotografías de prensa escrita y virtual.

Si nos retrotraemos unas décadas atrás y evocamos al académico Wenceslao Fernández Florez y su bellísima obra “El Bosque Animado” , deberemos empezar a creer que este ser inmóvil pertrechado de ramajes curvilíneos e irregulares despierta cada noche cuando nadie lo ve para dialogar con los elementos que lo rodea. La exquisita fábula del difunto Wenceslao es una forma literaria que se pierde en la noche de los tiempos. Ya en lo más profundo de la Edad Media inglesa, un autor anónimo escribía en clave de verso un diálogo crítico casi único en la historia de la literatura “The Owl and The Nightingale” (El Búho y el Ruiseñor) . Esta forma de camuflar personajes reales bajo el embozo de animales que tienen una vida y pensamiento humanos cuando nadie los ve, ha servido desde épocas inmemoriales para reprobar el estado de las cosas sin sufrir demasiadas represalias.

Así pues, yo elijo creer que el limonero de Amparo es algo así como el murciélago Abrenoite que, al caer la noche, dialoga con los árboles y otros elementos de la fraga gallega . Allí todos conversan e intercambian opiniones y sentimientos puramente humanos, al más puro estilo de las fábulas de Ésopo, pero en este caso con un claro toque ibérico no exento de rasgos propios del folclore celta. En la antediluviana obra “El Búho y el Ruiseñor” , ambos adquieren personalidades humanas y entablan un diálogo ácido donde no dejan títere con cabeza en la Inglaterra de la Dark Ages .

Por este motivo. muchos días me gustaría ocultarme entre las tierras resquebrajadas por la maquinaria que rodea la casa de Amparo. Quisiera saber si al acostarse el sol por detrás de la línea horizontal de edificios de la S-20, el limonero de Amparo se transforma en una entidad de corte humano y dialoga con otros elementos próximos; los perros, los gatitos, las gallinas, las plantas y la propia tierra dolorida por las embestidas determinadas de las fauces férreas de la excavadoras que hace escasos días decidieron aproximarse de modo peligroso a la frontera que divide el mundo de Amparo en lucha del otro: contiguo, inmóvil, sumiso, penitente, resignado y aherrojado por capricho de la deidad todopoderosa.

Seguramente el limonero y sus compañeros de lucha hablarán de hipocresía social y política, del inmovilismo multisecular que aqueja la tierra que los rodea y de la cual nosotros somos parte constituyente. Sin duda, este árbol sería capaz de esgrimir mejores y más sólidos argumentos que cualquier representante político o ciudadano cegado por la inercia electoral legada por testamento familiar.

Creo que no estoy preparado para ver morir a este limonero aquí personificado. Estoy convencido de que ese momento será duro e imborrable. Hace una semana, un antiguo y robusto congénere de éste caía abatido por la furia guerrera de la maquinaria pesada que se apostaba a pocos metros de la frontera con el mundo de Amparo Pérez.

Desde la parte baja que forma el abrigo del ramaje , se puede contemplar el desolador horizonte que se conformó en la última década: edificios enormes mezclados con casas de planta baja, ruinas, isletas de juncos y plumeros, callejas y caminos de trazado irregular, ladrillo caravista, fachadas doradas, cemento, hormigón… un cajón de sastre de formas y figuras, despropósito geométrico de arquitectos, ingenieros y otros secuaces al servicio del régimen de turno que, como no, es testaferro de actual y seguramente del que vendrá.

El limonero de Amparo ha sido testigo- creemos mudo- de todos estos cambios. Ahora padece en silencio durante el día el mismo dolor y angustia de su dueña, la incertidumbre del futuro lejano. De momento, seguiré con el Bosque Animado de Florez, el final ya lo conozco. Sin embargo, el desenlace de la gesta de Amparo aún es una conjetura.

AMPARO PÉREZ: HACIA UN NUEVO ENFOQUE DE LA PALABRA «DESCANSO» Y DE LA CRIMINALIZACIÓN DEL CIUDADANO

CAM02855Hoy es viernes no sé cuántos de Agosto ya. El cielo grisáceo prenuncia el otoño astronómico que no tardará en llegar. La luz de este día es escasa, el ambiente pesado. En los alrededores de casa de Amparo la polvareda que la maquinaria levanta a su paso se confunde con la propia oscuridad de la jornada. Un sinfín de camiones danzan con un sinuoso vaivén provocado por el piso irregular de la vía de servidumbre de paso que conduce hasta la vivienda de Amparo y que no sólo utiliza ella y sus familiares, sino las otras personas que habitan alrededor. Algunos de los pasos están cortados. Verjas de metal gris como el día de hoy se funden con el polvo y las nubes. Sin embargo, hoy es un día más bien halagüeño, o así deberíamos considerarlo ya que es viernes. El quinto día de la semana y aún más si es en pleno agosto significa vacaciones y descanso, al menos, durante un par de días. El próximo lunes Dios Todopoderoso (ahora dedicado a los menesteres de alcaldía y presidencias varias) dirá. De momento, es de suponer que Amparo está esperando la llegada del fin de semana como agua de mayo. A pesar de llevar muchos años jubilada y apartada del mundo laboral, Amparo ha seguido trabajando habitualmente; la dedicación a sus familiares, su pedacito de huerto, sus mascotas y aves de corral y las tareas propias del cuidado de sí misma. Con certeza hacía mucho tiempo que Amparo no deseaba fervientemente la llegada del fin de semana para descansar, pero ahora la historia es otra. Desde que empezaron los bailes de notificaciones y ulteriormente de maquinaria pesada, Amparo espera ávidamente la llegada del fin de semana o de cualquier día festivo. Sabe que esos períodos son una tregua fiable en plena guerra. Asimismo, el mes de agosto garantiza una calma parcial-aunque tensa-en el desarrollo de los acontecimientos. Cada día que pasa es un día menos para el desenlace final, un sufrimiento y una tortura lenta y cruel para una mujer que nunca habría pensado tener que enfrentarse a tamaño reto a tan avanzada edad.

Hace unos días me acerqué hasta casa a visitarla a primera hora de la noche. Me comentó que todo parecía un sueño, que nada de esta historia era real, sobre todo porque a su edad las cosas se tienden a relativizar debido a la experiencia, madurez y al agotamiento físico y mental que han ido haciendo mella. No obstante, Amparo es una mujer fuerte y determinada como siempre fue. A pesar de sus casi 87 años y su salud delicada últimamente, ella no ha cejado en el empeño de defender sus derechos como ciudadana. Después de una guerra civil, una posguerra, décadas de dictadura y los desmanes propios del destino de cada individuo, Amparo decide quedarse y no mover ficha. Una mujer que camina con determinación hacia los 90 años de vida determina enfrentarse al sistema administrativo, a la burocracia estatal, al propio Estado y todos sus partidarios y esbirros. Aún así a ella le importa poco. Amparo junto con unas cuantas decenas de ciudadanos solidarios e indignados con el actual régimen de abusos sistemáticos perpetrados por organismos públicos mediante el uso de una legalidad dudosa han constituido un bloque de lucha pacífica común y muy poderosa. Los partisanos luchadores con su particular cabecilla al frente tienen probabilidades de ganar, pero seamos francos con nosotros mismos: el caso es complejo.

Cada día me hago la misma pregunta: ¿Qué hubiera sucedido si esta anciana no hubiese contado con el afecto y apoyo incondicional de su familia? ¿Y si Amparo hubiera sido una mujer enferma y con sus cabales desgoznados? La respuesta es clarísima, ahora mismo estaría a la merced del destino en cualquier residencia pública o vayan a saber ustedes dónde.

Ahora bien, espero que el caso de Amparo no sirva a todos, como conjunto ciudadano, a reflexionar más profundamente sobre el modelo de sociedad que queremos para nuestro futuro y el de los que vendrán. Igualmente es necesario que seamos plenamente conscientes de que el caso de Amparo no es un caso aislado, sino que forma parte de ese montón de injusticias que diariamente ocurren. En la mayoría de casos, esas desgracias ajenas y lejanas de las que somos testigos a través de rumores, comentarios, prensa o medios de comunicación audiovisual, pasan ante nosotros como meras contingencias debidas al azar. Como conjunto ciudadano tenemos ahora un ejemplo cercano de las miles de injusticias que tienen lugar en España cada año. Para colmo, Nuestra Amparo ni siquiera le debe nada a nadie.

Las insistentes tentativas de criminalizar la actitud de Amparo por parte de algunos entes del sistema así como de simpatizantes aquejados del marasmo propio de las sociedades con escasa virtud democrática, está jugando más en contra que a favor de sus tesis defensoras de la expropiación forzosa.

Ayer mismo, sin ir más lejos, hube de explicarle a un acérrimo votante y adepto a nuestro Todopoderoso Señor don Alcalde de la Omnisciencia y Mayestática Presencia que ni Amparo ni sus familiares son unos dementes infectados por el virus del “perroflautismo” . Lo más sorprendente es que el individuo en cuestión ni se atenía a razones ni era capaz de mantener el hilo argumental de la discusión con unos principios mínimamente sólidos. Además, otro de los detalles que más atrajo mi atención fue el hecho de que esta persona es joven y pertenece a una clasial media-baja. Con todo, su defensa apasionada y ubérrima en invectivas y descalificaciones varias se sostuvo durante un tiempo breve, pero he de confesar que intenso.

Parece que empieza a chispear en los alrededores de casa de Amparo. Creo que es momento de poner pies en polvorosa-nunca mejor dicho- no vaya a ser que el camino se enfangue y hoy me ponga todavía de peor humor. Al final, si me mancho entero y mojo, acabaré echándole las culpas a nuestro señor alcalde y a su cohorte de obsequiosos secuaces.

AMPARO PÉREZ CONTRA EL AYUNTAMIENTO DE SANTANDER, O UNA VERSIÓN MODERNA DEL DAVID Y GOLIATH

amparoParece que las gestas narradas en los antiguos textos bíblicos siempre tienden a repetirse. La vida y propio mundo son energía cíclica que, cada cierto tiempo, vuelve al punto de que partió. Hasta hace unos meses, Amparo era una anciana más, desconocida para el grueso de la población de la ciudad en que nació y donde vive desde hace 86 primaveras. Amparo Pérez Echevarría es una vecina de la ciudad de Santander que siempre se ha caracterizado por decir las cosas claramente, como ella las piensa. Nunca ha tenido miedo de los demás, ni siquiera ahora a su provecta edad. Hace escasos meses una noticia saltaba a los medios de comunicación locales. Una pensionista llamada Amparo, declaraba en un artículo publicado en El Diario Montañés de Cantabria que no se marcharía de su casa por muy legal que fuera la expropiación de la que es objeto. Amparo, como siempre, se mostraba firme en sus decisiones y defendía el valor de su propio esfuerzo y el de su marido, Eladio fallecido en 1996. Ambos construyeron en 1960 su modesta casa. Con mucho esfuerzo y cumpliendo escrupulosamente con todas las normativas legales entonces vigentes en materia de urbanismo, Amparo y Eladio llevaron los materiales a cuestas a través de los prados y pendientes que entonces llevaban al terreno en que hoy se ubica la casa objeto de la polémica. Amparo cumplió la ley a rajatabla. Sus permisos de obra y las facturas de los materiales que entonces adquirieron para la construcción de su hogar aún están guardados en una carpeta que ella muestra orgullosa a todas las personas que apoyan su justa causa. Nuestros mayores, esculpidos a base del cincel del esfuerzo y de horas interminables de trabajo en condiciones penosas, hoy ya no son respetados por las nuevas generaciones que nos gobiernas de un modo dudosamente democrático.
Amparo no quiere perder su casa. Quiere terminar su vida en ella y disfrutar cada día de lo que se cobró gracias a su esfuerzo indemne. Sin embargo, el Ayuntamiento de Santander comandado por Íñigo de la Serna se ha erigido en verdugo de esta vecina que ha visto cómo un jurado de expropiaciones tasaba su vivienda y el terreno adyacente en pleno Santander en un valor de 79.000€. Amparo no quiere dinero. Tan sólo desea su vivienda actual o una semejante en un lugar próximo. Amparo no reclama un chalet ni quiere un piso de lujo. Ella se confirmaría sólo con una vivienda tan modesta como la que todavía. Sin embargo, parece que las autoridades elegidas democráticamente y mediante sufragio popular no están dispuestas a hacer cualesquiera concesiones a esta ciudadana que siempre ha cumplido con la ley escrupulosamente. Al Ayuntamiento de Santander le importa un bledo que esta mujer sufra o no. El consistorio se escuda en una trasnochada legalidad para justificar el desalojo de esta mujer. Yo, lego en materias jurídicas y urbanísticas pero afectado directamente, me pregunto: ¿Es legal recalificar terrenos urbanos como rústicos en la segunda década del siglo XXI y sin notificación mediante? Parece ser que sí. Asimismo me hago una pregunta clara y muy sencilla de responder: ¿Qué intereses existen por parte del consistorio y entidades satélite del mismo en construir este vial probablemente innecesario en plena crisis? ¿Con qué vamos a pagar tantas obras públicas? ¿Sufriremos una nueva subida del IBI? ¿Aumentaremos nuestra deuda como conjunto de ciudadanos? Igualmente, me surgen innumerables preguntas al respecto. Por ejemplo, ¿Por qué motivo la vivienda de Amparo y su terreno así como los circundantes son de naturaleza rústica desde hace escaso tiempo, pera las construcciones y parcelas situadas a escasos metros ostentan la calificación de urbanas? Una última cuestión de fácil, pero enrevesada respuesta es aquélla que versa sobre la naturaleza de la adjudicación de las obras: ¿No es casual que la empresa que ejecuta las actuales obras del vial de la S-20 que conectará ésta con Los Castros sea propiedad, al menos en parte, del alcalde del PP (Partido Popular) de Ramales de la Victoria? ¡Oh, Rayos y Centellas! ¡Qué luctuosa coincidencia! ¡tendrá algo que ver el hecho de que el cabeza de empresa pertenezca a la misma agrupación política que el alcalde de Santander?

Las preguntas quedan en el aire. Se aceptan respuestas y elucubraciones de todo tipo. El juego no ha hecho más que empezar, parece.