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EL LIMONERO; TESTIGO MUDO DE LA LUCHA DE AMPARO PÉREZ

10524362_10152587588694691_5019522144796295619_nCuando uno se aproxima a las escalerillas que llevan al patio de la casa de Amparo Pérez, verá a mano izquierda, justo al lado de los peldaños un árbol frutal; un limonero. Este ejemplar es robusto, frondoso, amplio en su corpulencia y suele estar cargado de vistosos frutos. Los limones de Amparo son deliciosos o al menos lo eran hace algunos años porque hace bastante que no tengo el placer de degustar ninguno. Durante las últimas semanas, este bonito árbol ha parecido en primer y segundo plano en muchos noticiarios y fotografías de prensa escrita y virtual.

Si nos retrotraemos unas décadas atrás y evocamos al académico Wenceslao Fernández Florez y su bellísima obra “El Bosque Animado” , deberemos empezar a creer que este ser inmóvil pertrechado de ramajes curvilíneos e irregulares despierta cada noche cuando nadie lo ve para dialogar con los elementos que lo rodea. La exquisita fábula del difunto Wenceslao es una forma literaria que se pierde en la noche de los tiempos. Ya en lo más profundo de la Edad Media inglesa, un autor anónimo escribía en clave de verso un diálogo crítico casi único en la historia de la literatura “The Owl and The Nightingale” (El Búho y el Ruiseñor) . Esta forma de camuflar personajes reales bajo el embozo de animales que tienen una vida y pensamiento humanos cuando nadie los ve, ha servido desde épocas inmemoriales para reprobar el estado de las cosas sin sufrir demasiadas represalias.

Así pues, yo elijo creer que el limonero de Amparo es algo así como el murciélago Abrenoite que, al caer la noche, dialoga con los árboles y otros elementos de la fraga gallega . Allí todos conversan e intercambian opiniones y sentimientos puramente humanos, al más puro estilo de las fábulas de Ésopo, pero en este caso con un claro toque ibérico no exento de rasgos propios del folclore celta. En la antediluviana obra “El Búho y el Ruiseñor” , ambos adquieren personalidades humanas y entablan un diálogo ácido donde no dejan títere con cabeza en la Inglaterra de la Dark Ages .

Por este motivo. muchos días me gustaría ocultarme entre las tierras resquebrajadas por la maquinaria que rodea la casa de Amparo. Quisiera saber si al acostarse el sol por detrás de la línea horizontal de edificios de la S-20, el limonero de Amparo se transforma en una entidad de corte humano y dialoga con otros elementos próximos; los perros, los gatitos, las gallinas, las plantas y la propia tierra dolorida por las embestidas determinadas de las fauces férreas de la excavadoras que hace escasos días decidieron aproximarse de modo peligroso a la frontera que divide el mundo de Amparo en lucha del otro: contiguo, inmóvil, sumiso, penitente, resignado y aherrojado por capricho de la deidad todopoderosa.

Seguramente el limonero y sus compañeros de lucha hablarán de hipocresía social y política, del inmovilismo multisecular que aqueja la tierra que los rodea y de la cual nosotros somos parte constituyente. Sin duda, este árbol sería capaz de esgrimir mejores y más sólidos argumentos que cualquier representante político o ciudadano cegado por la inercia electoral legada por testamento familiar.

Creo que no estoy preparado para ver morir a este limonero aquí personificado. Estoy convencido de que ese momento será duro e imborrable. Hace una semana, un antiguo y robusto congénere de éste caía abatido por la furia guerrera de la maquinaria pesada que se apostaba a pocos metros de la frontera con el mundo de Amparo Pérez.

Desde la parte baja que forma el abrigo del ramaje , se puede contemplar el desolador horizonte que se conformó en la última década: edificios enormes mezclados con casas de planta baja, ruinas, isletas de juncos y plumeros, callejas y caminos de trazado irregular, ladrillo caravista, fachadas doradas, cemento, hormigón… un cajón de sastre de formas y figuras, despropósito geométrico de arquitectos, ingenieros y otros secuaces al servicio del régimen de turno que, como no, es testaferro de actual y seguramente del que vendrá.

El limonero de Amparo ha sido testigo- creemos mudo- de todos estos cambios. Ahora padece en silencio durante el día el mismo dolor y angustia de su dueña, la incertidumbre del futuro lejano. De momento, seguiré con el Bosque Animado de Florez, el final ya lo conozco. Sin embargo, el desenlace de la gesta de Amparo aún es una conjetura.